Los alimentos fermentados tienen una larga historia en todas las culturas y siempre han sido muy apreciados por sus virtudes y beneficios para la salud.
Toda civilización longeva tiene como tradición el consumo de algún tipo de fermento. Si bien esta práctica se fue perdiendo con el tiempo, en la actualidad está comenzado a resurgir gracias a la medina natural, que ha empezado a difundir los enormes beneficios que tienen los alimentos fermentados para el restablecimiento de la flora intestinal.
Los fermentos son valiosos probióticos, cuyo procedimiento involucra el crecimiento y actividad de microorganismos como mohos, bacterias o levaduras (hongos microscópicos), para conseguir cambios bioquímicos deseados que causan modificaciones significativas en dichos alimentos y efectos positivos para el organismo. Estos microorganismos son fundamentales para nuestra salud intestinal, para el restablecimiento de la flora intestinal benéfica, también conocida como microbiota. Al crecer en el intestino y adherirse a la mucosa intestinal, evitan que otras bacterias dañinas se implanten y ejerzan sus funciones negativas, actuando como una barrera que evita la colonización del intestino por gérmenes patógenos. Por lo tanto, resulta fundamental asegurar el mantenimiento de esta importante protección para nuestro cuerpo.
Lamentablemente los malos hábitos alimenticios actuales y el estilo de vida antinatural moderno han ido deteriorando y debilitamiento nuestra microbiota, que se ha visto muy afectada en los últimos, llevando al desarrollo de numerosas enfermedades ocasionadas, en gran medida, por el consumo de productos procesados cargados de sustancias químicas, aditivos, conservantes que están presentes en las comidas y bebidas, que sumado al consumo de alcohol, tabaco, medicamentos, el uso cosméticos, productos de limpieza, la contaminación ambiental y el ritmo de vida estresante están afectando tremendamente nuestra calidad de vida.
De allí la importancia del consumo de probióticos para el cuidado de nuestra salud intestinal, que es la primera barrera de defensa para el organismo.
Si bien existen gran variedad de fermentos, en el marco de una alimentación fisiológica (la adecuada a nuestro diseño biológico), se incluye solamente al consumo de vegetales fermentados como: pickles, encurtidos, escabeche, kimchi, chucrut, yogur de semillas, quesos de semillas, además del agua enzimática (rejuvelac), el kéfir de agua y los vinagres orgánicos (con la madre del vinagre).
Las increíbles propiedades que derivan de estos productos se deben a las diferentes trasformaciones que sufren los alimentos y que proporcionan los siguientes beneficios:
Predigestión de los alimentos: los macronutrientes presentes en los vegetales (proteínas, hidratos de carbono y lípidos) se desdoblan durante el proceso en sustancias simples (aminoácidos, azúcares simples, ácidos grasos libres) y benéficas (ácido láctico a partir del almidón). Esto, no solo mejora la absorción de nutrientes (biodisponibilidad), sino que además ahorra energía digestiva, que significa más vitalidad para el cuerpo.
Aporte enzimático: como consecuencia del proceso de fermentación se generan gran cantidad de cadenas enzimáticas que tienen una acción vital para diferentes procesos metabólicos.
Enriquecimiento de la flora intestinal: los fermentos, por ser alimentos probióticos, aportan gran cantidad de lactobacilos (un tipo de bacterias lácticas) que son necesarios para la salud de la flora intestinal, debido a que son las responsables de descomponer el material vegetal y provocar la fermentación de los azúcares para generar ácido láctico, que da como resultado la desinfección de tracto digestivo y la creación de un entorno hostil para el desarrollo de bacteria nocivas.
Inhibición de sustancias indeseables: Otra característica de los vegetales fermentados, es que son de los mejores quelantes o agentes de desintoxicación con los que contamos para eliminar una gran variedad de toxinas, como micotoxinas, ácido fítico, y las nitrosaminas cancerígenas, incluyendo los metales pesados.
Incremento del valor nutritivo: a través del proceso de fermentación, el alimento se enriquece en vitaminas, en especial la C y las del grupo B, incluida B12 que luego será generada por las propias bacterias del intestino. De allí la importancia de elaborar y consumir fermentos, para asegurar la salud y equilibrio de la flora intestinal para nuestra provisión de vitamina B12, a partir de una práctica simple, casera y económica de la que podemos disponer diariamente para enriquecer nuestra alimentación.
Beneficios para la salud: La acción favorable que los fermentos tienen sobre la flora intestinal, hace de estos alimentos una herramienta terapéutica para personas con problemas digestivos: hinchazón abdominal, meteorismo, estreñimiento, diarrea, dispepsia, o digestiones difíciles. Tener un intestino saludable ayuda a la respuesta inmunológica (en el intestino reside el 70-80% de nuestro sistema inmune) incluso su consumo puede reducir los síntomas de las alergias. Asimismo, un intestino sano, produce niveles normales de serotonina; neurotransmisor que tiene una influencia positiva sobre el estado de ánimo, por lo que es considerada como la hormona de la felicidad, el antidepresivo por excelencia producido por el propio organismo. Aquí se evidencia la relación directa entre la salud intestinal, nuestra mente y estado de ánimo. Además, los fermentos estimulan la actividad del hígado (que a su vez está íntimamente relacionado con nuestras emociones) y los riñones, favoreciendo el trabajo depurativo. Igualmente se beneficia el páncreas, siendo muy útiles para personas con diabetes.
Conservación del alimento: los cambios bioquímicos producidos por la fermentación crean un medio de conservación natural de los alimentos, que además genera nuevos sabores atractivos a nivel culinario.
Por lo expuesto, “los fermentos son alimentos claves en la Nutrición Vitalizante y Depurativa”, que debemos incorporar a nuestra alimentación diaria si queremos aportar salud y energía a nuestro organismo, y contribuir con cuidado de nuestro intestino.
A su vez es muy importante evitar todo aquello que afecte nuestra microbiota:
La mala alimentación, como lo es la actual dieta moderna (acidificante), basada en productos procesados y refinados generalmente, cargada de azúcares y harinas refinadas, carnes y productos de origen animal, alcohol, bebidas energéticas y cafeína, que nutren a las bacterias patógenas en lugar de las bacterias benéficas (flora intestinal), el consumo de los medicamentos (antibióticos especialmente), drogas, alcohol y tabaco.
Insomnio
periodos prolongados de estrés
Agua clorada o fluorada
Asimismo, para contribuir al desarrollo de nuestra flora intestinal se requiere:
Una alimentación sana y natural rica en fibra (prebióticos) y fermentos vegetales (probióticos): kimchi, chucrut, encurtidos, escabeches, kéfir de agua, etc.
Desintoxicar el organismo con una dieta depurativa y herramientas caseras y naturales, así como Desparasitar una vez al año, son hábitos imprescindibles, para cuidar nuestra microbita y nuestra salud en general.
Fomentar el parto natural (el canal de parto proporciona al bebé bacterias fundamentales para su defensa), al igual que el contacto inmediato piel a piel con la mamá y la lactancia materna, que son claves para el desarrollo de la microbiota y el fortalecimiento del sistema inmunológico del recién nacido.
El contacto con la naturaleza, las plantas y animales, así como trabajar la tierra (tener tu propia huerta orgánica), andar descalzos y evitar la obsesión por la limpieza con desinfectantes antinaturales, resulta indispensable para proveer las bacterias necesarias para nuestra salud intestinal.
Fuente: libro “Nutrición del Ser” Lic. en Nutrición Natalia Pura Moreno
libro Nutrición Vitalizante – Nestor Palmetti
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