El daño ambiental crece cada día, y a pesar de la información existente y el trabajo de los ambientalistas, la situación no parece mejorar. Debemos ser conscientes de que el cuidado de nuestro planeta es responsabilidad de todos, que nuestras acciones afectan la salud y el bienestar de toda la población e impactarán tremendamente en la calidad de vida de nuestros hijos y de las futuras generaciones.
El cambio empieza por uno mismo. Pequeñas acciones en nuestro día a día pueden contribuir a no solo a reducir la contaminación, sino incentivar a otros a que también lo hagan.
La suma de esos simples hábitos conscientes puede hacer un gran aporte al planeta y a toda la humanidad.
Algunas de las prácticas sencillas que podemos llevar adelante para colaborar con despertar esa conciencia planetaria, mejorar nuestra salud y la economía familiar, son las siguientes:
Llevar una alimentación natural, basada en vegetales, que al mismo tiempo mejorará tu salud, energía y vitalidad. El impacto ambiental del consumo de carne y productos animales es enorme, además de dañar nuestro planeta, predispone el desarrollo de numerosas enfermedades y afecta de manera significativa la economía familiar debido al costo elevado de estos productos. Evitar la comida chatarra o precocinada. Es un gasto innecesario porque no aporta nada bueno a nuestra salud, ademas contiene muchos aditivos y conservantes tóxicos para nuestro organismo, y a su vez viene sobreempaquetada, generando mucha basura. Procurar consumir alimentos frescos, de temporada y de producción local, que al estar más cerca puntos de venta impactará en la reducción del gasto en combustible para el trasporte y en la contaminación del aire. Evitar quitarles el poder nutricional que estos alimentos nos aportan y que se pierde al cocerlos, hervirlos o freírlos, porque además de generar perdidas nutricionales y dañar su vitalidad, conlleva a un gasto de recursos materiales (ollas, cacerolas, aceite) y energéticos (agua, gas o luz) que afectan al medioambiente y la economía familiar. Si decides cocinar, tapa siempre las cazuelas para no despilfarrar calor. La olla exprés es la mejor opción: ahorra tiempo y energía. Sino son preferibles las cazuelas de hierro, acero inoxidable o barro antes que las de aluminio. Rechaza los alimentos envasados en bandejas de poliestireno expandido (corcho blanco) o poliestireno. Hay indicios que pueden ser carcinogénicos, además que tardan más de 1.000 años en degradarse. Los productos no son mejores porque vengan envueltos en plástico.
Tener tu propia huerta hogareña, para evitar el consumo de vegetales no ecológico, y reducir la compra de alimentos orgánicos que suelen tener costos más elevados.
No desperdiciar comida, preparar la cantidad justa que se va a consumir y usar los restos de alimentos para elaborar el compost para tus plantas y tu huerta. Es necesario saber que desperdiciar comida genera muchísimos gases de efecto invernadero (GEI), como el dióxido de carbono CO2 incrementando el calentamiento global y aumentando los efectos negativos del cambio climático.
Reducir el consumo y producción de artículos que contaminan el medioambiente (aerosoles, ambientadores, productos de limpieza y belleza corporal, etc. ) y reemplazarlo por productos ecológicos o naturales hechos en casa. La gran mayoría de los productos de limpieza que se anuncian no sólo son innecesarios sino también muy nocivos para el medioambiente y tu salud. Casi toda la casa puede quedar perfectamente limpia con jabón, bicarbonato, vinagre y limón. Los ambientadores no eliminan los malos olores sino que desprenden otros más fuertes que nos impiden detectar los primeros. Procura que los que uses sean legítimamente ecológicos, biodegradables y libres de químicos agresivos. Evita usar productos de limpieza agresivos: limpiahornos, lavandina, etc., que impiden los procesos biológicos de depuración del agua.
Nunca tires productos tóxicos, pintura o aceite de cocinar al desagüe. Llama a la empresa de agua y alcantarillado y pregunta. Esa es la salida moralmente correcta y tendrás a tu consciencia tranquila.
Hacer compras que realmente sean necesarias. Para ello debemos ser conscientes y evitar caer en el engaño de las campañas publicitarias que nos conducen al materialismo y al consumismo. Especialmente evitar caer en hábitos tóxicos que a demás de afectar al planeta perjudican tu salud, como son el consumo de tabaco y alcohol.
Cuidar el agua: Ejemplos: no desperdiciar agua cuando lavamos los platos o cuando nos cepillamos los dientes. Cerrar bien los grifos para que no queden goteando. Reutilizar el agua del lavado de nuestros vegetales para regar las plantas.
Cuidar el uso de la energía eléctrica. Reemplazar las bombillas convencionales por las de bajo consumo LED. No dejar luces encendidas cuando no es necesario y aprovechar la luz solar. Desenchufar los artefactos eléctricos cuando no están en uso. No abusar de la calefacción o el aire acondicionado. Resulta ilógico en invierno tener prendido al máximo la calefacción para andar con remera, o en verano encender el aire para usar manga larga o suéter. Abrigarse o desabrigarse es la opción más consciente para tu economía y bienestar del planeta.
Prescindir de los electrodomésticos innecesarios como cepillos de dientes, abrelatas, cuchillos eléctricos y demás chucherías que en vez de «facilitarnos» la vida, nos lleva a consumir y generar más basura electrónica.
Evitar la compra de productos que lleven pilas. Si te es imprescindible usar pilas (nunca tires las usadas a la basura), procura que sean recargables.
Reutilizar todo lo que se pueda. Antes de tirar ropa, libros, juguetes, adornos de cumpleaños, navidad, etc. piensa si puedes darle más uso para evitar gastar y comprar todo nuevo. Ahorrarás dinero y protegerás la naturaleza. En caso que ya no los quieras utilizar, donarlos o regalarlos a quien pueda estarlo necesitando. Hay tanta gente con necesidades a las que puedes ayudar con esta noble acción.
Educar a los niños para usar la imaginación y la creatividad, así no caen en la engaño publicitario de comprar juguetes complejos que requieren baterías, y que además son muy costosos.
Reducir el uso del papel. Ejemplos: papel higiénico y servilletas de papel, reemplazarlos por toallas personales y servilletas de telas. Aprovechar la tecnología para la educación de nuestros hijos: usar vídeos educativos, libros digitales, en lugar de revistas, cuadernillos y libros de papel. Rechazar el uso del papel blanqueado con cloro o los que NO vienen con un certificado de manejo forestal sostenible que se llama FSC (Forest Stewardship Council). Esta certificación significa que la madera viene de bosques manejados responsablemente.
Reutilizar el papel y el cartón. Ejemplos: guardar los papeles de regalo, las cajas de cartón o las fotocopias mal impresas para hacer libretas de estudio o dibujo, o bien para hacer manualidades con nuestros niños. Además, con esta acción los animamos a usar la creatividad y a compartir una actividad familiar.
Reutilizar los recipientes de plástico y darles un nuevo uso. Emplear los frascos de plástico para guardar objetos o productos de limpieza. Ejemplos: usarlos para guardar cremas corporales caseras. Hacer lapiceros para los niños.
Usar botellas de vidrio o termos para trasladar agua purificada desde nuestro hogar en lugar de comprar agua embotellada en recipientes de plástico. Esto demás contribuir con la reducción de la producción de envases, evita el daño que generan las sustancias toxicas que se desprenden del plásticos y que se transfiere al agua que luego vamos a beber.
Reutilizar las bolsas de plástico. Ejemplos: Lavarlas y usarlas de nuevo. Cada vez son más los supermercados y comercios que venden las bolsas de plástico para evitar su uso y fomentar el reciclado. A la hora de comprar llevar tus propias bolsas (mejor si son de yute u otro tejido) es un gran aporte y un buen ejemplo para que los demás imiten esta excelente acción que suma a la conciencia. Las bolsas plásticas que están rotas y que no sirven separarlas para el reciclado que hacen las empresas recolectoras de basura, en caso que tu ciudad o municipio lleve adelante programas de reciclado.
No tirar basura en la calle ni en los ambientes naturales. Si no hay basureros, guardar los desperdicios en una bolsa para luego reciclar en casa. Aunque esta acción resulta obvia y todos sabemos que no debemos hacerlo, es increíble ver la cantidad de desperdicios tirados por las calles de varias ciudades y localidades que son un fiel reflejo de la gran inconsciencia que aún existe.
Juntarse con vecinos, amigos o familiares para llevar adelante jornadas de concientización ambiental, plantación de arboles y limpieza sectores naturales, como las orillas de ríos donde se juntan muchos desperdicios que contaminan los suelos afectando también a la flora y fauna del lugar. De esta forma trasmitimos un ejemplo a la sociedad y educamos a los niños quienes se suman alegremente a estas bonitas acciones que podemos hacer para proteger a nuestro planeta.
En las ciudades utilizar el trasporte público, evitar lo más que se pueda el uso de automóvil. Movilizarse más caminando o en bicicleta, no solo contribuirá a evitar la contaminación del aire y ahorraras en combustible, sino que harás ejercicio y te mantendrás más saludable.
Tener noción de estas acciones no es suficiente, ser conscientes implica llevar los conocimientos a la práctica. Por eso, primero debemos tomar conciencia los adultos para enseñarles a los niños los principios y valores para cuidar el planeta en el que viven, los animales, los árboles, las plantas y todos los recursos naturales. Educar a nuestros hijos en estas pequeñas acciones es la clave para cambio, y lo más importante es enseñarles a través del ejemplo, ellos aprenden más de lo que les mostramos con nuestras propias conductas, que de lo que les trasmitimos verbalmente.
Si todos lleváramos a cabo, al menos la mitad de estas prácticas saludables, no solo cuidaríamos más a nuestro planeta, sino que ahorraríamos mucho dinero que luego podemos invertir correctamente para el progreso personal, familiar y social.
Lic. en Nutrición Natalia Pura Moreno.
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